martes, 16 de enero de 2018

QI JONG SEXUAL: AMOR Y SEXO: ¿SE PUEDE DAR EL UNO SIN EL OTRO?



Nuestra sociedad patriarcal nos enseña que el sexo sólo es lícito, moralmente aceptable si se ofrece desde el amor; es decir, que para tener sexo debemos estar enamorados de nuestro amante. Esta es una connotación cristiana (aunque todas las religiones piensan y enseñan igual) que ha calado en la sociedad, en lo políticamente correcto, sin amor no hay sexo… Y así se ha desarrollado la vida sexual de muchos hombres y de la mayoría de las mujeres, negándoles (negándose) la posibilidad de disfrutar de la libertad del sexo que libera, y obligándolas (obligándose) a centrar su sexualidad en su vínculo sentimental. Todo lo demás no era (parecía) correcto. Y esto ha derivado en una forma torticera de entender la sexualidad femenina (y masculina)

De hecho, muchas mujeres (y hombres) piensan que sin amor se puede llegar hasta un límite sexual como besos, abrazos, caricias… Pero sin amor no se puede/debe llegar al coito u otras formas de gozo sexual. Y es cierto que mientras no se tiene vínculo social sentimental las personas son más permisivas con su sexualidad, y juegan con quien desean como desean… Estupendo. El problema viene cuando hay un vínculo o cuando la persona ha vivido bajo una moral más estricta, es entonces cuando no concibe el sexo sin amor; y de esta manera supedita su sendero vital sexual, el más importante, a una relación que, en muchas ocasiones, no es satisfactoria en cuanto al deseo y el placer y el orgasmo, muy al contrario, es castrante en cuanto a la libertad que ofrece la sexualidad sagrada.

El Amor es una cosa. El Sexo es otra. Desde luego, si el sexo se comparte con el amor es maravilloso, y el regalo astral que supone sentirse enamorado, se complementa y expande cósmicamente con el placer sexual compartido. De hecho, ambas energías son astrales, no sólo físicas, se dan en todo el Universo y nosotros las podemos humanizar y sentir, pero ambas forman parte indisolublemente del sendero espiritual vital del ser humano. Pero dicho esto, no es menos cierto que las dos energías: amor y sexo, son independientes, caminan por senderos distintos y ambas nos ayudan a crecer, sanar, vivir en la felicidad; pero no nos tenemos que obligar a unirlas. Podemos y debemos amar. Podemos y debemos tener una vida sexual creativa, sanadora, placentera, liberadora. Por eso, la sexualidad nos libera y cualquier atisbo de esclavitud moral, social, mental, física o relacional nos impedirá vivir la plenitud de ésta.

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